30 març 2013
Anys de plom a l’ Argentina i l’ Uruguai
Vaig viure 8 anys a l’ Uruguai quan encara hi havia dictadura. Certament, el pitjor ja havia passat i quan jo hi vaig arribar l’any 1976, les coses semblava que s’anaven apaivagant, tot i que tenies la sensació de ser fèrriament espiat i controlat.
Llegia avui un article que m’ha fet retrocedir a aquells anys d’anys i m’ha semblat interessant recollir-lo. És clar que a mi m’ha interessat de forma especial perquè algunes de les persones que s’hi citen les coneixia personalment i les vaig poder tractar. El jesuïta Mons. Carlos Mullin, bisbe de Minas, era el meu bisbe i també vaig tractar Perico Pérez Aguirre que, entre altres coses, feia una gran feina amb menors sense família, que vivien al carrer i que ell recollia en un centre per donar-los menjar i educació. Vaig tenir la sort de poder conèixer de ben a prop varis centres de menors d’aquest tipus dirigits per capellans i he de confessar que feien una labor molt meritòria.
M’ha semblat interessant recollir aquest article del jesuïta JORGE SCURO perquè es parla molt –i segur que se’n seguirà parlant molt temps encara- del paper que va jugar l’actual Papa en el temps de la dictadura argentina. Aquest article és un testimoni més que pot ajudar a contrastar punts de vista ben diversos i d’aquesta manera formar-nos el nostre propi criteri.
Jesuitas en los años de plomo
Jorge Scuro- Montevideo
Conocí a Jorge Mario Bergoglio en febrero de 1966, estábamos en la década de los 20 años de edad. Él cursaba la licenciatura de teología y yo filosofía en el Colegio Máximo de San Miguel (Buenos Aires). Además de la convivencia en la misma casa religiosa se dio un particular vínculo, pues él era adjunto en la Cátedra de Metodología Científica que cursé ese año. En ese tiempo me delegó tareas de especial interés para mí, por lo tanto nuestros encuentros pasaron a ser más frecuentes.En diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote.
Unos años después fue designado provincial de la Provincia Argentina, es decir superior regional para la Argentina. Yo pertenecía a la Provincia Uruguaya, en aquel momento independiente, hoy anexada a la argentina.
Un hecho circunstancial hizo que volviéramos a encontrarnos. El viernes santo de 1975 fue detenido (raptado) por las Fuerzas Conjuntas uruguayas el padre provincial de Uruguay, Carlos Meharu, quien celebraba la liturgia de ese día, alrededor de las 20 horas en la Comunidad Cabré de los jesuitas, en la calle Soriano y Ejido. Estaban también “Perico” Pérez Aguire, cinco jesuitas más y 30 jóvenes laicos.
Estaba invitado a participar pero opté por ir a la liturgia del Colegio Seminario, a una cuadra de allí.
Eran las cinco y media de la madrugada del sábado santo cuando me despierta el teléfono. Era Jorge, un compañero jesuita. (Yo vivía en la Comunidad Pedro Fabro, el cias, en la calle Agraciada.) Me dice que Carlitos, el padre provincial, no había ido a dormir esa noche a su casa de Larrañaga y Caiguá. Esta comunicación ahora puede sorprender al lector. Pero recordemos que estábamos en plena dictadura y un cambio no avisado de rutinas podía ser indicio de cualquier cosa.
Inmediatamente me dirigí al Colegio Seminario, la casa principal y referente de los jesuitas en Uruguay. Allí me encuentro con Pablo, otro compañero, madrugador vocacional, quien me entera de lo sucedido en la noche anterior y me dice que están en la Jefatura de Policía. Camino-corro esas cuadras, confirmo la noticia, cruzo al bar de enfrente y acarreo más de cuarenta milanesas al pan. “Atendamos primero el cuerpo”, pensé. Luego llevamos unas frazadas.
¿Y ahora qué hacemos? Quien podía tomar decisiones estaba preso, el “socio” o sea el número dos, el padre Miguel Artola estaba en Colombia. El “consultor” más antiguo, el padre Andrés Assandri, estaba en Colonia del Sacramento. El rector de la comunidad más importante, Luis del Castillo, estaba en Rio de Janeiro. ¿Entonces? ¿Quién nos quedaba a mano para encarar un plan de acción?: el secretario, el padre Sancho, hombre mayor que quedó abatatado con la noticia. Nos miramos con Pablo constatando que estábamos solos.
Necesitábamos un interlocutor de absoluta confianza y a la mano. Se nos ocurre llamar a monseñor Carlos Mullin, jesuita, obispo de Minas. Sabíamos que tenía contactos con algunos gobernantes. Llegó esa misma tarde. Fue una buena elección pues los dos teníamos buen relacionamiento con él y su gesto paternal nos dio algo de calma.
Enseguida llamó al presidente de la República, Juan María Bordaberry: le contestan que estaba en su estancia de Durazno. Llama al ministro del Interior: estaba en la Semana de la Cerveza en Paysandú. Llama al general “Goyo” Álvarez, estaba en la Semana de Lavalleja en Minas. No se podía creer. Llegué a pensar que si Dios Padre llegara al Uruguay durante una santa y criolla Semana de Turismo tendría que recorrer las rutas de la patria montado en bicicleta para encontrar a alguno de sus fieles.
El paciente y tenaz monseñor Carlos Mullin, a quien no vi retroceder ante ninguna adversidad en varios años que conviví con él, se atrevió a jugar su última carta. Llamó al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y éste sí contesta. Monseñor saluda y rápidamente le dice que ponga en libertad, ya, al padre provincial y a todos los jesuitas y laicos que tenían presos. El general contesta: “Lo llamo en diez minutos, déjeme averiguar de qué se trata”.
Al rato suena el teléfono: “No pueden ser liberados pues pasarán el lunes a la justicia militar”. “¡De ningún modo!”, fue la respuesta. “Si no los libera mañana, domingo de Pascua, con las iglesias repletas hago leer un comunicado del Episcopado entablando juicio eclesiástico al Estado uruguayo.”
Yo pensaba que esta escena surrealista sólo podía darse entre monseñor Mullin y el general Vadora. La respuesta del general fue que no podía hacer eso pues él pondría soldados en las puertas de todas las iglesias y capillas de la República. La respuesta de monseñor fue fulminante: “Usted no tiene fuerza para hacer eso pues no puede controlar todos esos lugares entre las 6 de la mañana y las 21 horas”.
En el correr del domingo saldrían libres los laicos más jóvenes. En cuanto a los jesuitas, decían los militares, el martes podrían ser liberados quienes no tuvieran “antecedentes”. Perico y Carlitos no podrían salir.
Aquello no terminaría fácilmente. Había que hacer algo más fuerte.
El domingo de la pascua de resurrección fui a las cinco y veinte de la madrugada al aeropuerto pues sabía que había un vuelo a Buenos Aires. En esa época había vuelos con aviones pequeños de cuatro compañías, con frecuencias de unos 45 minutos. En ese primer vuelo matutino ya habíamos sacado en anteriores oportunidades a algún compañero perseguido. Me arriesgué a probar suerte.
Iba a Buenos Aires a encontrarme con mi amigo Jorge Mario Bergoglio. Estaba seguro de que me ayudaría, él era el provincial argentino. Nos encontramos en un bar en Corrientes y Callao. Llegó a la hora establecida. Le conté y me preguntó sin indagar: “¿Qué querés que haga?”. “¡Quiero hablar con el padre Arrupe!”, le dije. (Era nuestro padre general, en Roma, le dicen el “papa negro”.)
Sin más me dijo “Vamos”. “Esperame en la puerta del Salvador, necesito conseguir un auto.” Cuando llega subo y ya en marcha se saca el cuello romano, lo guarda en la guantera. Empieza a dar vueltas por Buenos Aires, ninguna telefónica le servía. “Nadie tiene que reconocerme.” Terminamos en Avellaneda en una casucha telefónica. En la cabina disca y habla directamente con el general. El alma me estaba volviendo al cuerpo. Le explica muy brevemente y me pasa el teléfono. Me presento, ¡no podía creerlo, se acordaba de mí! Hacía unos meses habíamos conversado en Roma. (Éramos unos 36 mil jesuitas en el mundo.). Le pedí que pidiera a la Santa Sede que enviara telegramas al Presidente, ministros del Interior y Defensa y a las FF.CC.
El lunes a primera hora llegaron todos los telegramas. Siguieron liberando a los laicos, los jesuitas y el martes por la mañana sin más trámite a Pérez Aguirre y Meharu.
Pasaron muchos años. En 1997, imprevistamente, me viene a ver Juan Luis Moyano, el viceprovincial argentino de los jesuitas, para pedirme que reciba a Orlando Yorio, uno de los jesuitas argentinos, junto a Francisco Jalics, secuestrado en 1976, de quienes tanto se ha hablado en los últimos días. Ambos, junto a Luis Dourron fueron mis compañeros y amigos durante los años de seminario. Jalics se radicó en Alemania, hasta hoy. Nunca escuché una sola palabra de reproche ni resentimiento en privado o en público contra el hoy Papa Francisco. En cambio Yorio, recuperada la democracia, volvió a la Argentina y fue nombrado párroco en Berazategui.
Un día, sufrió un atentado, pero quien resultó muerto fue su teniente cura, un joven sacerdote.
Instalamos a Yorio en una casita en la Costa de Oro y al poco tiempo Mons. Gottardi le confió la parroquia de Santa Bernardita, en Avenida Italia. Nos volvimos a tratar con frecuencia y conversamos mucho. Falleció tres años más tarde, el 9 de agosto de 2000.
Hay quienes hacen gárgaras con los dolores ajenos. Que se animen a presentar pruebas y no suspicacias, el que se sienta libre de errores que acuse con evidencias. Siento a Francisco como uno más de nosotros. ¿No era eso lo que queríamos? ¿O esperábamos al Arcángel Gabriel?"
Tenim un argentí com a nou Papa. Només sé d’ell les quatre coses que han dit els diaris. Que si és moderat-conservador; que si és conservador en la doctrina i progressista en el que es refereix a la part social; que si té un caràcter fort i decidit… Ja ho anirem veient i, de moment, no crec que es pugui aventurar cap camí.



El 25 d’ Agost del 2011 publicava en aquest mateix blog un post titulat “
La frase de Jesús “La veritat us farà lliures” , que recull l’Evangelista Joan (Jo. 8,31) en el seu evangeli, hauria de ser com una espècie d’estrella polar que orientés la comunicació de l’ Església. D’alguna manera és el que el cardenal arquebisbe de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, va demanar als periodistes dels diferents mitjans de comunicació que es van reunir amb ell en un dinar de germanor per tal de celebrar la festivitat del sant patró d’aquesta professió, Sant Francesc de Sales, que es va escaure aquest dijous passat, 24 de gener.
Amagueu bé el bisbe Pere Casaldàliga que el volen matar! Aquests dies hem sabut que, una vegada més, ha rebut amenaces de mort per defensar la causa indígena i que ha hagut de sortir en avió, escortat per la policia, per amagar-se en un lloc desconegut. Un vellet de 84 anys, xacrós i afectat de Parkinson però encara valent i capaç de seguir dient les veritats i plantar cara, encara fa por als poders econòmics i polítics de Brasil.
Altres vegades he parlat del Fòrum Ondara de capellans del Bisbat de Solsona. Ara que sembla que certes veus dins de l’ església no compten gaire per a res, crec que val la pena escoltar aquests capellans –molts d’ells ja una mica grans- que fan de contrapès a altres veus molt més potents i juvenils que semblen comptar més perquè tenen altaveus molt més grans. Què ho deu fer, em pregunto, que aquests tipus de Fòrums (com el Fòrum Alsina de Girona) tenen una majoria de membres amb una edat ja avançada? Serà -em pregunto- que els capellans joves (els que han sortit dels Seminaris aquests darrers anys són molt obedients a Roma i molt poc crítics amb el que està passant dins de l’Església? Deixo la pregunta aquí…
Fa dies que volia parlar del 1er. FORUM DE BALSARENY, al que no vaig poder assistir, tot i que en tenia moltes ganes. Per això he recorregut al blog 
Avui és el dia de Tots Sants. És festa dedicada al record dels avantpassats i que està íntimament relacionada amb la festa celebrada el dia següent, el dia dels difunts. La creença tradicional és que l’1 de novembre, els vius visiten als morts i el 2 de novembre, els morts visiten als vius. És la unió de dos mons: el dels morts i la dels vius. Aquesta festivitat és una de les més antigues en el món cristià, encara que l’origen de la festa tradicional de Tots Sants es troba, en concret, en una festa cèltica anomenada Samain que es feia per venerar els morts.



En el post d’ahir feia una crítica de la glossa setmanal que el bisbe Xavier Novell feia el dia 13 de maig al Full Diocesà. Algú m’ha fet arribar una crítica del meu post dient que posicions com la meva trenquen la unitat de l’Església i que no són tolerables per part d’algú que es diu catòlic.
Tenia guardada a l’ordinador una
Tal com informa el blog 
Té algun sentit parlar de Resurrecció avui? Per als cristians la resurrecció de Jesús és el nucli de la nostra fe. Seguirà tenint sentit creure? Creiem en la vida perquè la vivim, la toquem, la tenim ara. Som vius i ens sentim vius quan gaudim, quan patim, quan estimem, quan ens deixa una persona estimada… Creiem en la vida però també creiem en la mort perquè la sabem certa, irrefutable i sabem que tard o d’hora arribarà. Però no es tracta només de saber que un dia m’acabaré implacablement, sinó que en el fons de la qüestió és: aquesta vida meva tendeix cap a algun lloc? És un projecte d’alguna cosa …? Crearé alguna cosa …? Tenim tantes promeses d’immortalitat … Totes aquestes preguntes se les feia en una preciosa conferència el teòleg Gonzalez Faus. És el que tota persona conscient es pregunta en algun moment de la seva vida.
No ens enganyem: des de Constantí, l’Església s’ha estimat més el palau que la catacumba, encara que la catacumba sigui molt més coherent amb les paraules i l’actitud de Jesús que no pas el còmode benestar dels palaus dels bisbes i de les estances vaticanes. Potser seríem injustos si diguéssim que tota l’església. Però sí que la jerarquia s’ha ha estimat més.
"No te puedo prometer un gran sueldo, pero te prometo un trabajo fijo". D’aquesta manera comença la campanya vocacional d’aquest any per captar capellans, Campanya molt discutida, bastant criticada des de tots els àmbits (també ho ha estat molt des de dins mateix de l’Església) i, com a mínim, jo la qualificaria de campanya esbiaixada i feta amb força mal gust. Potser des del punt de vista “comercial” és afortunada perquè crida l’atenció. Diuen que un anunci que no crida l’atenció no serveix per a res. Però també és cert que un anunci que presenti un producte fals o falsegi el seu contingut, a la llarga tampoc serveix per a res i és contraproduent.
Jordi Orobitg. Rector de Mollerussa.
Aquest matí ha mort atropellat, mentre travessava un pas de vianants, Mossèn Jesús Huguet. Era un home molt estimat i respectat per tothom i estic plenament segur que la seva mort haurà estat molt sentida perquè era el que en podríem dir un home essencialment bo.
A José Ignacio González Faus el conec de fa anys. Va ser professor meu de Cristologia i és considerat com una de les principals figures de la teologia mundial. Ara que ja s’ha jubilat de professor, segueix com a com a responsable teològic de Cristianisme i Justícia, uns quaderns que us recomano llegir si voleu sentir una altra veu, una veu distinta, crítica i molt lúcida de l’Església i de la societat.
Escrivia Leonardo Boff fa uns mesos enrere que notava molta decepció amb l’Església Catòlica institucional i que s’està donant una doble emigració: una exterior, persones que abandonen senzillament l’Església, i una altra interior, les que romanen en ella però no la senten com una llar espiritual. Continuen creient tot i havent-hi el tipus d’església que hi ha.
Recordo haver llegit una història –no sé si verídica o no- d’uns missioners irlandesos que van arribar a un lloc molt apartat de Mèxic portant una enorme creu de fusta on jeia una enorme imatge de Jesucrist tot ell ben ros, amb tota la dolçor dels seus ulls blaus destacant en el seu afligit rostre. Van arribar a un poblet on tots els seus habitants eren negres, o mulats, potser per ser descendents dels esclaus africans que van ser portats a Mèxic en els temps de la invasió espanyola.
Des de fa una temporada es parla molt de la “nova evangelització”, un tema que, d’entrada, segurament pot semblar que no interessa a la majoria de ciutadans però sí que ens interessa de moltes maneres als que som creients.
Aquestes paraules del títol d’aquest apunt són del malaguanyat bisbe Antoni Deig i podríem dir que copsen perfectament el seu tarannà. Amb aquestes paraules tan sàvies vull retre-li un altre cop el meu homenatge com a patriota, home d’església i home savi. Ser bisbe és ser germà, ser pare, ser pastor, però també és saber manar. Saber fer tot això no és fàcil i ho saben prou bé els pares i les mares, els germans, els governants i tots els que tenen una responsabilitat important, sigui dins de l’església o fora.
De fet, no vull parlar dels crancs sino que vull parlar de l’ Església. I en vull parlar després d’escoltar aquests dies coses força gruixudes en boca de bisbes. Arguments que m’han fet retrocedir en el temps i m’han recordat els crancs, que la dita popular diu que caminen enrere (en realitat no és cert que els crancs caminin cap enrere, sinó que caminen predominantment cap al costat i, si convé, també poden caminar endavant i enrere).
Sí, sí! Aquests homes vestits de vermell, que s’han posat de moda d’un temps ençà, i que els veus penjats als balcons se m’afiguren uns lladregots que, en lloc d’entrar a deixar regals, surten de les cases amb els sacs ben plens amb tot el que poden enxampar dins les cases i, el que és pitjor, surten esperitats pels balcons havent-nos robat les nostres tradicions! Se’ns enduen coses fonamentals de la nostra cultura. Per això vull dir-ho ben clar: No m’agraden gens els panxuts Pare Noels!
Llegia -atònit del tot- ahir en un diari com el novel·lista Albert Sánchez Piñol es posa a fer d’historiador-teòleg-biblista sense cap tipus de vergonya i, amb tot l’atreviment del món, gosa afirmar (per les bones, tot sigui dit) que “probablement Jesús no va existir mai”. Sort que diu “probablement”… Veurem si en pròximes entregues ens explica més coses i el “probablement” esdevé un “rotundament”, perquè l’article d’ahir amenaça amb tenir continuïtat…
Arriben les festes de Nadal. Hi han persones que són totalment contràries a les celebracions d’aquests dies i d’altres que les celebren amb molta emoció i alegria. Tothom té dret a celebrar-les o no, és clar.
