Arxivar per 4, maig de 2010

04 maig 2010


Armando Quintero: l’amic contacontes.

Classificat com a LITERATURA

"UN LUGAR EN EL BOSQUE"

Aquest deliciós llibre és un llibre de contes del meu amic Armando Quintero, un uruguaià que fa anys que viu a Veneçuela i que es dedica a alegrar la vida de la gent explicant-los-hi contes.

Aquest llibre és ple de contes curts que parlen d’un ramat de llops plens de tendresa, solidaritat i humor entorn a la vida al bosc

Els textos són de l’Armando Quintero i les il·lustracions de Manuel Pizcueta 1ª edició en castellà, Sevilla: Kalandraka, 2004.
L’obra va rebre els següents reconeixements:

“Lo mejor del año” en el Banco del Libro de Venezuela.

“Primer Premio Nacional de Literatura Infantil por obra édita” atorgat pel  Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay l’any 2006.
-I aquest 30 d’ abril del 2010, acava de ser reconeguda entre "Los Treinta de los Treinta" del Banco del Libro, Caracas, Venezuela.

Voleu fer-ne un tast? Endavant, que us asseguro que us agradaran. I si voleu llegir-los directament al seu blog, aquí el teniu:

http://loscuentosquelescuento.blogspot.com/

Oír el silencio
– Todos los momentos del día son hermosos. El amanecer, el mediodía, la tarde… -dijo Lobo Abuelo.
– ¿Y la noche? -preguntó Loba Pequeña.
– La noche también. Y no sólo por la luna y las estrellas. Hay un momento en que el río se queda mudo. Parece que el agua está quieta, como si no quisiera ir a ninguna parte. Ese silencio es tan hermoso como las voces del bosque.
– Tiene que ser hermoso oír el silencio – dijo Lobo Pequeño.
Muchachita del Bosque
– Escucha –dijo Lobo Grande a Lobo Pequeño-. Y pon mucha atención. Si por ese sendero pasa una niña con una cesta y una caperuza de este color –le mostró unas guindas-, ni le hables: ¡Es un ser muy peligroso! Esa muchachita tuvo mucho que ver con el triste final de tu tatarabuelo.
Cae la noche
Lobo Abuelo y Lobo Pequeño paseaban por el bosque cuando cayó la noche.
– ¡Qué poca luz! ¡Nos vamos a perder! –dijo Lobo Pequeño.
– No tengas miedo -lo tranquilizó Lobo Abuelo-. Nos guiaremos por las estrellas.
Mientras caminaban hacia la guarida, Lobo Abuelo le fue mostrando el cielo: contemplaron el planeta Marte y el luminoso Venus, cómo titilan las estrellas y los planetas no, y le enseñó a reconocer algunas constelaciones… Lobo Pequeño estaba asombrado.
Cuando llegaron, Lobo Abuelo le dijo:
– Una noche te mostraré la Loba Mayor y la Loba Menor; son constelaciones que sólo los viejos lobos conocemos.
Luz de luna
– ¡Aullad, aullad siempre! –decía Loba Abuela a sus lobeznos–. No es que la luna sea terca, es que es viejecita; por eso anda tan despacio y tarda en darse la vuelta para enseñar su cara oscura, y en dejarnos dormir. Pero lo consigue. Claro que con los años que tiene, está desmemoriada, y cada poco tiempo vuelve a mostrarse con toda su luz.
Boca de Lobo
Lobo Grande se había dormido.
En pleno sueño, abrió mucho la boca. Y quedó así un rato.
Lobo Chiquitito se le acercó, como echando cuentas.
– ¿Qué haces ahí? – le preguntó Loba Pequeña.
– Miraba. Para estar seguro de que la noche no es tan oscura como la boca de un lobo.
Temor de lobito
El sol brillaba en un cielo. Loba Abuela entró en la guarida y preguntó:
– Lobo Chiquitito, ¿has visto qué tarde? Estupenda para jugar en el bosque.
– Ya lo sé.
– Entonces, ¿qué haces ahí medio escondido?
– Medio escondido, no. Escondido. ¿Piensas que voy a salir a jugar en una tarde así? ¡Ni loco! ¡Seguro que el bosque está lleno de niños!
Por un amigo
– ¿Qué haces con esa pinta? – preguntó Lobo Abuelo a Lobo Pequeño.
Estaba blanco de punta a rabo, y con el pelo rizado.
Y colgado al cuello, con un lazo verde, llevaba un cencerro.
– Esta tarde quiero jugar en la pradera con mi mejor amigo. Pero su padre ni deja que me acerque al rebaño. Dice que los lobos no pueden jugar con los corderos.
Disfraces
Había llegado el Carnaval.
Todos andaban preparando sus disfraces.
Loba Pequeña se había embadurnado el cuerpo con pintura blanca.
– ¿Qué te parece? –le preguntó a Loba Abuela.
– No me vengas tú también con el cuento de que tienes una amiga cordera, ¿o acaso te has enamorado de alguno de ellos?
– ¡Ay, Loba Abuela, qué cosas tienes! Sólo quería disfrazarme de fantasma.
Jugando con lobo
Aquella tarde, Lobo Pequeño había a visitar a su mejor amigo a la pradera.
De pronto, los corderos lo rodearon y se pusieron a gritar:
-¡Quiero tirarle de las orejas!
-¡Yo voy a rizarle el pelo y ponerle un lazo!
-¡Pues yo me voy a montar en su lomo!
Entonces, Cordero Amigo le dijo a Lobo Pequeño:
– Cuando mis hermanos se cansen, dejarán de molestarte; pero ¿quién se resiste a la maravilla de poder jugar con un lobito bueno?
Lobo vegetariano
– Ya sabía que esto tenía que terminar mal -dijo Loba Grande a Lobo Pequeño-. Nunca me ha molestado tu amistad con un cordero, aunque, cuando dejaste de comer carne y empezaron a gustarte las frutas y las verduras, comencé a preocuparme. Pero esto ya es demasiado. ¿Qué van a decir tu padre y el resto de la manada? ¿Cómo explicarles que tu hermoso pelaje, orgullo de nuestra especie, se te está poniendo rojo por comer tantas zanahorias?
Guardar secretos
– Lobo Abuelo, tengo que contarte un secreto -le dijo al oído Lobo Chiquitito-. El corazón de Lobo Pequeño parece una cajita de música. Silba como una codorniz, ulula como un búho, canta como un gallo… Ni siquiera necesita cuerda. ¿Y sabes por qué? Porque está enamorado. Me lo dijo él. Me pidió que no se lo contase a nadie, pero me dolía la punta de la lengua y me temblaban las patas. Podrás guardar su secreto, ¿verdad?
Adagio
– Tenéis que saberlo de una vez, mis queridos lobeznos –explicaba Loba Abuela-. Nosotros somos así: siempre andamos en manada. Y nos sentimos mal cuando no lo hacemos. En nosotros, se cumple ese viejo adagio… Más vale acompañados, que bien solos.

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